La idea de que, de alguna manera, el bitcoin pueda ser prohibido por los gobiernos, es la etapa final del duelo justo antes de la aceptación. De hecho, la consecuencia de esta afirmación es la admisión de que bitcoin “funciona”. Es más, plantea que el bitcoin funciona tan bien que amenaza los monopolios que los gobiernos tienen sobre el dinero, en cuyo caso lo regularían hasta que dejase de existir, para eliminar la amenaza. Hay que pensar en la afirmación de que los gobiernos prohibirán el bitcoin en términos de lógica condicional. ¿Es el bitcoin funcional como dinero? Si no lo es, los gobiernos no tienen nada que prohibir. Si es así, entonces los gobiernos intentarán prohibir el bitcoin. Así que el punto de anclaje de esta línea de crítica asume que el bitcoin es funcional como dinero. Y entonces, la pregunta se convierte en si la intervención del gobierno podría hacer fracasar a un bitcoin que por lo demás, funciona.
Como punto de partida, cualquiera que intente comprender cómo, por qué o si el bitcoin funciona, debería evaluar la cuestión con total independencia de las implicaciones de la regulación o la intervención gubernamental. Aunque el bitcoin tendrá que coexistir, sin duda, con diversos regímenes reguladores, imaginemos por un momento, que los gobiernos no existieran. De forma independiente, ¿funcionaría el bitcoin como dinero si actuara en el libre mercado?
Esta cuestión conduciría inevitablemente a una profunda serie de preguntas. ¿Qué es el dinero? ¿Cuáles son las propiedades que hacen que un medio concreto sea una forma mejor o peor de dinero? ¿Comparte el bitcoin esas propiedades? ¿Es bitcoin una forma de dinero mejor en función de sus propiedades? Si la conclusión final fuera que el bitcoin no es funcional como dinero, las implicaciones de una intervención gubernamental serían irrelevantes. Sin embargo, si el bitcoin es funcional como dinero, la cuestión pasaría a ser relevante para el debate, y se necesitaría ese contexto previo como base para evaluar si sería posible o no.
Por su diseño, bitcoin existe más allá de los gobiernos. Pero bitcoin no sólo está más allá del control de los gobiernos, sino que funciona sin la coordinación de ningún tercero central. Es global y descentralizado. Cualquiera puede acceder a bitcoin sin necesidad de permisos y cuanto más se extiende, más difícil se vuelve censurar la red. La arquitectura de bitcoin está prácticamente diseñada para resistir e inmunizar cualquier intento de prohibición por parte de los gobiernos. Esto no quiere decir que los gobiernos de todo el mundo no intenten regular, gravar o incluso prohibir su uso. Sin duda, habrá una lucha para resistir la adopción del bitcoin. La Reserva Federal (FED) y el Tesoro (y sus homólogos mundiales) no se van a quedar de brazos cruzados cuando el bitcoin amenace cada vez más los monopolios del dinero gubernamental. Sin embargo, antes de desacreditar la idea de que los gobiernos podrían prohibir directamente el bitcoin, primero hay que entender la propia consecuencia del mensaje y el mensajero.
La progresión de la negación y las etapas del duelo
La narrativa de los escépticos cambia constantemente con el tiempo. Primera etapa del duelo: el bitcoin nunca podría funcionar – no está respaldado por nada. No es más que una versión actual de la Tulipomanía del siglo XVI. Con cada ciclo de sobreexpectación, el valor del bitcoin sube dramáticamente y luego es seguido por una corrección del mercado. A menudo enfatizado como una quiebra por los escépticos, el bitcoin no muere y en cada caso, encuentra soporte en niveles más altos que las olas de adopción anteriores. La narrativa de los tulipanes se desgasta y los escépticos se mueven hacia cuestiones más sutiles, volviendo a anclar el debate. Segunda etapa del duelo: el bitcoin es defectuoso como moneda. Es demasiado volátil para ser dinero, o es demasiado lento para ser un sistema de pagos, o no es lo suficientemente escalable para satisfacer todos los pagos del mundo, o desperdicia energía. La lista continúa. Este segundo paso es una progresión de la negación y supone un importante avance en la idea de que el bitcoin no es más que la nada.
A pesar de los supuestos fallos, el valor de la red bitcoin sigue aumentando con el tiempo. Cada vez que no muere, gana fuerza. Mientras los escépticos se dedican a señalar los defectos, el bitcoin nunca duerme. El aumento de valor está impulsado por una dinámica de mercado muy simple: más compradores que vendedores. Eso es todo y está en función de la creciente adopción. Cada vez más personas descubren por qué hay una demanda básica de bitcoin y por qué/cómo funciona. Esto es lo que crea demanda a largo plazo de bitcoin. A medida que más personas lo demandan como depósito de riqueza, no hay contraparte de la oferta. Sólo habrá 21 millones de bitcoins. No importa cuánta gente lo demande, el lado de la oferta es completamente fijo e inelástico. Mientras los escépticos siguen repitiendo las mismas frases aburridas, las masas siguen analizando el ruido y demandando bitcoin debido a la fuerza de sus propiedades monetarias. Y ningún grupo está más versado en los argumentos contra el bitcoin que los propios adoptantes del bitcoin.
La desesperación empieza a hacer acto de presencia y el debate se reaviva. La narrativa cambia de manera previsible. Ya no es que el bitcoin no esté respaldado por nada, ni que sea defectuoso como moneda; en su lugar, el debate se centra en la regulación y las autoridades gubernamentales. En la etapa final del duelo, la realidad muestra que el bitcoin funciona demasiado bien, y como consecuencia, el gobierno nunca lo dejará pasar y lo prohibirá. ¿De verdad? ¿Así que el ingenio humano reinventa de algún modo el dinero en un medio tecnológicamente superior, cuyas consecuencias son alucinantes, y el gobierno va a prohibirlo de algún modo? Hay que reconocer que, al afirmarlo, los escépticos están admitiendo su derrota. Es el último gemido de una serie de argumentos fallidos. Los escépticos aceptan simultáneamente que hay una demanda fundamental de bitcoin y luego pivotan hacia la creencia infundada de que los gobiernos pueden prohibirlo.
Juguemos con esta idea.. ¿Cuándo intervendrán los gobiernos del mundo desarrollado para intentar prohibir el bitcoin? En la actualidad, la Reserva Federal y el Tesoro no consideran que el bitcoin sea una amenaza seria para la supremacía del dólar. Para su mentalidad, el bitcoin no es más que un bonito juguete que no es funcional como moneda. Actualmente, la red bitcoin representa un poder adquisitivo total de menos de 200.000 millones de dólares. Por otro lado, el oro tiene un poder adquisitivo de aproximadamente 8 billones de dólares (40 veces el tamaño de bitcoin) y la oferta monetaria amplia de dólares (M2) es de aproximadamente 15 billones de dólares (75 veces el tamaño de bitcoin). ¿Cuándo empezará la Fed o el Tesoro a considerar seriamente al bitcoin como una amenaza real? ¿Será cuando el bitcoin represente colectivamente 1 billón de dólares de poder adquisitivo? ¿2 billones o 3 billones? Decide tú, pero lo que implica es que el bitcoin será mucho más valioso, y estará en manos de mucha más gente en todo el mundo, antes de que los poderes gubernamentales lo consideren un competidor o una amenaza creíble.
El presidente Trump y el secretario del Tesoro Mnuchin sobre el bitcoin (2019)
Así que la lógica escéptica continúa: el bitcoin no funciona, pero si funciona, el gobierno lo prohibirá. Pero, los gobiernos del mundo libre no intentarán prohibir el bitcoin hasta que sea más evidente que es una amenaza. En ese momento, el bitcoin será más valioso e indudablemente más difícil de prohibir, ya que estará en manos de mucha más gente en muchos más lugares. Por lo tanto, hay que ignorar los fundamentos y la asimetría inherente a un evento de monetización global, porque en el caso de que sea así, el gobierno intervendrá para regular el bitcoin hasta que deje de existir. ¿En qué lado de la valla preferiría estar un actor económico racional? ¿Poseer un activo monetario que ha aumentado su valor de forma tan espectacular que amenaza a la moneda de reserva mundial, o lo contrario: no poseer ese activo? Suponiendo que un individuo posea los conocimientos necesarios para entender por qué es una posibilidad sustancial (y cada vez más una probabilidad), ¿cuál es la posición más defendible y lógica? La asimetría por sí sola dictaría la primera y cualquier comprensión básica de la demanda de bitcoin sólo reforzaría la misma postura.
Pero el bitcoin no puede ser prohibido.
Hay que pensar en lo que representa realmente el bitcoin y en lo que representaría una prohibición del mismo. Bitcoin representa la conversión de valor subjetivo, creado e intercambiado en el mundo real, por claves digitales. Dicho más claramente, es la conversión del tiempo de un individuo en dinero. Cuando alguien demanda bitcoin, al mismo tiempo está renunciando a la demanda de algún otro bien, ya sea un dólar, una casa, un coche, o comida, etc. El bitcoin representa un ahorro monetario que conlleva el coste de oportunidad de otros bienes y servicios. Prohibir el bitcoin sería una afrenta a las libertades más básicas que está diseñado para proporcionar y preservar. Imagínese la respuesta de todos los que han adoptado el bitcoin: “Bueno, fue divertido, la herramienta que los expertos dijeron que nunca funcionaría, ahora funciona demasiado bien, y los mismos expertos y autoridades dicen que no podemos usarla. Todo el mundo a casa. Se acabó el espectáculo amigos”. No es racional creer que toda la gente en el mundo que ha adoptado el bitcoin por la libertad y la soberanía financiera que proporciona, de repente se echaría a un lado y aceptaría la violación definitiva de esa libertad.
“El dinero es uno de los mayores instrumentos de libertad jamás inventados por el hombre. Es el dinero el que, en la sociedad actual, abre un asombroso abanico de opciones al hombre pobre, un abanico mayor que el que no hace muchas generaciones se abría a los ricos..” – F.A. Hayek
Los gobiernos no podrían prohibir con éxito el consumo de alcohol, el uso de drogas, la compra de armas de fuego o la posesión de oro. Un gobierno puede restringir marginalmente el acceso, o incluso hacer ilegal la posesión, pero no puede hacer que desaparezca por arte de magia algo de valor demandado por un grupo amplio y dispar de personas. Cuando Estados Unidos ilegalizó la propiedad privada del oro en 1933, el oro no perdió su valor ni desapareció como medio monetario. De hecho, aumentó su valor en relación con el dólar y, justo treinta años después, se levantó la prohibición. El bitcoin no sólo ofrece una propuesta de valor mayor en relación con cualquier otro bien que cualquier gobierno haya intentado prohibir (incluido el oro), sino que, por su naturaleza, también es mucho más difícil de prohibir. Bitcoin es global y descentralizado. No tiene fronteras y está protegido por nodos y claves criptográficas. Para prohibir el bitcoin habría que impedir que se ejecute un código de software de código abierto y que las firmas digitales (creadas por claves criptográficas) se difundan en Internet. Y tendría que coordinarse a través de numerosas jurisdicciones, salvo que no hay forma de saber dónde residen realmente las claves o de evitar que aparezcan más nodos en diferentes jurisdicciones. Dejando de lado las cuestiones constitucionales, sería técnicamente inviable aplicar una prohibición de bitcoin de forma significativa.
Concentración de nodos por país (earn.com)
Incluso si todos los países del G-20 se coordinaran para prohibir el bitcoin al unísono, esto no mataría al bitcoin. Por el contrario, sería un hecho consumado para el sistema fiduciario. Se reforzaría la idea frente a las masas de que el bitcoin es una moneda formidable, y pondría en marcha un juego global y desesperado de “whack-a-mole”. No hay ningún punto único de fallo en bitcoin; los mineros, los nodos y las claves de bitcoin están distribuidos por todo el mundo. Todos los aspectos de bitcoin están descentralizados, por lo que el funcionamiento de los nodos y el control de las claves son fundamentales para bitcoin. Cuantas más claves y nodos existan, más descentralizado estará bitcoin y más inmune será a los ataques. Cuantas más jurisdicciones en las que exista la minería, menos riesgo representa una sola jurisdicción para la función de seguridad de bitcoin. Un ataque coordinado a nivel estatal sólo serviría para fortalecer el sistema inmune de bitcoin. En última instancia, aceleraría el alejamiento del sistema financiero heredado (y de las monedas heredadas), y aceleraría la innovación dentro del sistema económico de bitcoin. Con cada amenaza que se lanza, bitcoin innova para inmunizarla. Un ataque coordinado a nivel estatal no sería diferente.
La innovación “permissionless” (sin permiso) sobre una base globalmente descentralizada es la razón por la que bitcoin gana fuerza con cada ataque. Es el propio vector de ataque el que hace que bitcoin innove. Es la mano invisible de Adam Smith con esteroides. Los actores individuales pueden creer que están motivados por una causa mayor, pero en realidad, la utilidad incrustada en bitcoin crea una estructura de incentivos lo suficientemente poderosa como para asegurar su supervivencia. Los intereses propios de millones, si no miles de millones, de individuos descoordinados y alineados por su necesidad individual y colectiva de dinero incentivan la innovación “permissionless” sobre el bitcoin. Hoy en día, puede parecer una nueva tecnología genial o una inversión de cartera agradable, pero aunque la mayoría de la gente aún no lo reconozca, el bitcoin es una necesidad. Es una necesidad porque el dinero es una necesidad, y las monedas heredadas están fundamentalmente rotas. Hace dos meses, los mercados de reporto en Estados Unidos se rompieron, y la Reserva Federal respondió rápidamente aumentando la oferta de dólares en 250.000 millones de dólares, y más por venir. Es precisamente por eso que el bitcoin es una necesidad, no un lujo. Cuando una innovación resulta ser una necesidad básica para el funcionamiento de una economía, no hay fuerza gubernamental que pueda esperar detener su proliferación. El dinero es una necesidad muy básica, y el bitcoin representa una innovación de cambio de función a escala en la competencia global por el dinero.
Y, en términos más prácticos, cualquier intento de prohibir el bitcoin o de regular fuertemente su uso por parte de cualquier jurisdicción beneficiaría directamente a una jurisdicción competidora. El incentivo para desertar de cualquier esfuerzo coordinado para prohibir el bitcoin sería demasiado alto para sostener un acuerdo de este tipo en todas las jurisdicciones. Si Estados Unidos hiciera ilegal la posesión de bitcoin mañana, ¿frenaría la proliferación, el desarrollo y la adopción de bitcoin y haría que el valor de la red disminuyera intermitentemente? Probablemente. ¿Mataría al bitcoin? No. Bitcoin representa el capital más móvil del mundo. Los países y jurisdicciones que generen seguridad reguladora y pongan la menor cantidad de restricciones al uso de bitcoin se beneficiarán significativamente de las entradas de capital.
El dilema del prisionero de la prohibición de Bitcoin
En la práctica, el dilema del prisionero no es unívoco. Es multidimensional e implica a numerosas jurisdicciones, todas ellas con intereses contrapuestos, lo que hace que cualquier intento de prohibir con éxito el bitcoin sea mucho más impracticable. El capital humano, el capital físico y el capital monetario fluirán hacia los países y jurisdicciones con las regulaciones menos restrictivas sobre el bitcoin. Puede que no ocurra de la noche a la mañana, pero intentar prohibir el bitcoin es el equivalente a que un país se corte la nariz para fastidiarse la cara. Esto no significa que los países no lo intenten. India ya ha intentado prohibir el bitcoin. China ha intentado restringir fuertemente su uso. Otros les seguirán. Pero cada vez que un país toma una medida para restringir el uso de bitcoin, en realidad tiene el efecto no deseado de promover su adopción. Los intentos de prohibir el bitcoin son una herramienta de marketing extremadamente eficaz para el bitcoin. Bitcoin existe como una forma de dinero no soberana y resistente a la censura. Está diseñado para existir más allá del Estado. Los intentos de prohibir el bitcoin sólo sirven para reforzar la razón de ser del bitcoin y, en última instancia, su propuesta de valor.
La única jugada ganadora es jugar
Prohibir el bitcoin es una tarea absurda. Algunos lo intentarán; todos fracasarán. Y los mismos intentos de prohibir el bitcoin acelerarán su adopción y proliferación. Será el viento de cien millas por hora que alimentará el fuego salvaje. También hará que el bitcoin sea más fuerte y fiable, inmunizándolo aún más contra los ataques y reforzando su naturaleza antifrágil. Y en cualquier caso, creer que los gobiernos prohibirán el bitcoin, si se convierte en una amenaza real para las monedas de reserva mundiales, es un motivo ilógico para descartarlo como tecnología de ahorro. Admite a la vez que el bitcoin es viable como dinero, y al mismo tiempo ignora las principales razones del porqué: la descentralización y la resistencia a la censura. Imagínese entender el mayor secreto actual del mundo y no capitalizar la asimetría y la utilidad que proporciona el bitcoin por miedo al gobierno. Lo más probable es que, o bien se entienda por qué bitcoin funciona y que no fracasará a manos de un gobierno, o bien exista una laguna de conocimiento sobre cómo el bitcoin es capaz de funcionar en un principio. Hay que empezar por entender los fundamentos y luego aplicarlo como base para evaluar cualquier riesgo potencial que suponga una futura intervención o regulación gubernamental. Y nunca hay que descartar el valor de la asimetría; la única jugada ganadora es jugar.
Artículo original por Parker Lewis para Unchained Capital.
Traducido por Nicolás Gallardo Ortega y Berta Ortega Quirce.